Marbenes

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Ésta soy yo, tenía un mal día...

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury

El título de esta novela que acabo de terminar de leer, y que se publicó por primera vez en 1953, hace referencia a la temperatura a la que arde el papel. Al parecer su autor la escribió con la intención de hacer una crítica a la censura de libros en Estados Unidos en los tiempos del senador McCarthy y a la quema de libros en la Alemania Nazi durante 1933. Sin embargo, pone los pelos de punta comprobar la semejanza de lo contado en este libro con el camino que lleva la realidad actual, cual si Bradbury hubiera sido, en vez de un escritor de ciencia ficción, un visionario al más puro estilo de Julio Verne. El libro nos propone una distopía que, como digo, por desgracia en la actualidad podría considerarse casi como la próxima realidad hacia la que nos encaminamos. Nos presenta un mundo, a punto de entrar en guerra, en una guerra que sin saberlo quienes van a librarla será la última del mundo civilizado, dominado por los medios de comunicación y habitado por individuos asociales y violentos que han llegado a estar completamente alienados por el sistema y a quienes lo único que preocupa y produce bienestar es la televisión. El protagonista, Guy Montag, es un bombero, pero en el escenario de esta novela los bomberos, lejos de dedicarse a apagar fuegos, pues todas las casas están recubiertas de una película ignífuga y esa tarea es ya innecesaria, se consagran a la quema de los malignos y peligrosos libros que han sobrevivido en poder de unos cuantos marginados renegados que se empeñan en conservarlos aún sabiendo que va contra la ley. Una ley no escrita pero de sobra conocida por todo el mundo, ya que los libros son malos, son perjudiciales. Y esto es así porque los libros, además de provocar emociones que pueden resultar molestas o interferir en el estado de felicidad inducida del que gozan los seres humanos, enseñan y la cultura no es buena pues hace diferentes a los hombres cuando lo ideal es que todos sean iguales. No obstante, algo ocurre en la vida de Montag que le hace pararse a recapacitar y pensar convirtiéndole de ese modo en un proscrito abandonado por su mujer y despreciado y perseguido por sus propios compañeros. Un contexto terrible del que, si no andamos listos, difícilmente podremos escapar si continuamos dando ventaja a la televisión y sus “reality shows” (¿espectáculos realistas?) y demás programas basura, los videojuegos, los ordenadores y las máquinas en general en detrimento de las personas, los libros, la cultura, la educación y los antiguos valores éticos y morales. Un aviso, un toque de atención que tal vez, como el protagonista pero antes de que nos ocurra como a él cuando ya sea tarde, deberíamos escuchar atentamente. Si bien como cuento con moraleja es sublime y digna no sólo de ser leída sino de ser atendida, como novela en cuanto a valor literario, personajes y desarrollo de la historia que nos cuenta, diría que es normal y si no para echar cohetes sí consigue atrapar y enganchar hasta el final. Es un libro no muy extenso que se lee en muy poco tiempo y con mucha facilidad, que deja un sabor amargo y una extraña e incómoda sensación de advertencia.

6 comentarios:

  1. Hola Marbenes, hace unos ocho meses, mi hija (de catorce años y con mucha lectura en su haber) me pidió que le sacara un libro de la biblioteca. "Algo que antiguo que tenga cosas de ahora", me dijo.
    Pensé rápidamente en Julio Verne.
    Cuando llegué a la biblio, sobre el mostrador, estaba Fahrenheit 451 y ni lo pensé. Lo pedí de inmediato.
    Cuando se lo dí, en casa, le dije: "Esto es una profecía que puede cumplirse"
    Dos días después lo había terminado y lo comentó ocn todos en la casa. Con tanto entusiasmo que -lo juro- me dió un poquitin de esperanzas (y eso que no soy muy optimista frente al mundo) (es que me siento identificada con Electra)
    Saludos, Gladys

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  2. Catorce años, uau!, a esas edades estas lecturas impresionan un montón. Recuerdo que más o menos con esa edad debí leer yo "Un mundo feliz", "1984" y "Rebelión en la granja" y me dejaron impactadísima; no sé cuántas conversaciones profundas suscitaron entre mi padre y yo.

    Jajaja, Electra es, a veces, de trato imposible, pero de buen corazón en el fondo. Su ira viene del dolor que le causan las injusticias de este mundo cruel en que vivimos y que le hacen perder cada día la esperanza en que el ser humano llegue a conseguir alguna vez ser persona. Lo cierto es que yo también comparto esa inquietud, pero casos como el de tu hija levantan la moral; aliéntaselo siempre, Galdys, ¡leer nos ayuda a ser mejores personas!

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  3. Thank you for the compliment. Glad you like the site.

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