Marbenes

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Ésta soy yo, tenía un mal día...

Muerte en un país extraño, de Donna Leon

Escritora de novela policíaca y de género negro, de origen español (su abuelo paterno lo era) no maneja este idioma, aunque sí domina el italiano. Antes de dedicarse a la dura tarea de escribir óperas y entretener a lectores inventando crímenes difíciles de resolver trabajó como guía turística en Roma, como redactora de textos publicitarios, como crítica literaria y también como profesora de inglés.

Sus novelas, protagonizadas por el inspector Brunetti a quien dio a luz en los 90, están traducidas a 21 idiomas, lo que hace de ella una escritora prácticamente universal. Sin embargo, en Italia es casi una desconocida pese a que vive en Venecia desde el 81; se niega a que su obra se traduzca al italiano porque, según sus propias palabras, «prefiero que en el barrio me llamen de tú, no de usted. La fama no es buena».

Es una mujer que dice que «El problema no es que uno mate, sino el porqué. Agatha Christie se me hace muy aburrida porque escribe sólo sobre el asesinato, lo resuelve...no me interesa. Me interesa la sociedad y el problema general, el que nunca se resuelve», y eso se nota en este libro, y supongo que en todos pero yo no he leído más que éste.

Esta novela en concreto es bastante atípica respecto a lo que suele ser habitual en el género. Efectivamente, siendo consecuente con lo que afirma, da más importancia a los personajes, la sociedad en la que éstos se desenvuelven y los problemas de base con los que bregan día a día que a la trama argumental en sí, no obstante sin dejarla de lado que a fin de cuentas es el hilo conductor de la obra y el motivo mismo de ella.

Y la trama, que girará hasta aunar al ejército americano, el gobierno italiano y la mafia, comienza con la aparición del cadáver de un americano en un canal de Venecia. Los giros, insospechados, mantienen alerta nuestros sentidos, y el sorpresivo y tremendo desenlace no nos desilusiona.

Los problemas globales de la sociedad aparecen integrados con criterio y crítica feroz pero ecuánime. El pastel, además de estar bien hilado y ser lo que debe ser, es el artefacto del que se vale para la valiente denuncia.

Como digo, los personajes variados y dotados de personalidad propia, fuerte o floja según los necesita, son tratados con esmero, desde dentro y cuidando los detalles más nimios de por qué son cómo son, qué les gusta y qué les descompone, qué los une y qué los separa.

El ritmo y el estilo son sugerentes, casi como estar viendo en la pantalla de tu salón una de ésas viejas y buenas cintas de cine negro que no quieren ir al grano con prisas y nos dejan ver cómo el prota se recrea en algo que nada tiene que ver con el argumento, o tal vez todo. Y la novela en general muy recomendable para todo amante del género que desee leer algo especial.

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