Marbenes

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Ésta soy yo, tenía un mal día...

Diario de Spandau, de Albert Speer

Teniendo en cuenta que es éste un tema delicado, trataré de enfocar la reseña desde el punto de vista biográfico y desde el literario. Aclaro esto en primer lugar porque cuando empecé a leer el libro sentía una gran desconfianza hacia todo lo que él decía –no se puede olvidar que estuvo 20 años preso y al salir de la cárcel, ya sexagenario, tenía que vivir de algo y sus memorias iban a ser un buen medio para salir adelante, por no mencionar que a nadie le gusta pasar a la Historia como uno de los grandes asesinos de la humanidad-; sin embargo, según avanzaba en la lectura, y tras empaparme de la información que sobre él he podido conseguir, dicha desconfianza fue dejando paso a una credulidad cada vez mayor sobre su relato. Bueno, exactamente sobre su relato no, sino sobre que él realmente lo pensaba así, o terminó pensando así.

En verdad, parece tratarse de una recopilación sincera de sus notas y escritos durante los años de cautiverio. No sale todo lo bien parado que cabe esperar de un libro autobiográfico con tintes de pasar por gran hombre, ni tan mal como para sospechar simulación de falsa modestia con el fin de hacerlo creíble. Parecen reales su arrepentimiento y su sensación de culpa al “enterarse” –algunos historiadores rebaten que desconociera la llamada Solución Final pues es un hecho comprobado que asistió al Discurso de Posen en el que Himmler declaró, por orden de Hitler, los planes de genocidio ante las altas esferas del partido exigiéndoles que mantuvieran esta información en secreto- de los crímenes cometidos contra la humanidad por el régimen al que pertenecía y servía, así como el hecho de que no fuera en absoluto antisemita y su mayor falta recayera en haberse sentido fascinado por la personalidad de Hitler y servirse del poder de éste para triunfar profesionalmente. Es decir, según coinciden las más de las fuentes, no se le puede probar su participación en, ni su conocimiento hasta el final sobre, lo que ocurría con los judíos, y por lo único que se le pudo inculpar con pruebas fue por haber aceptado prisioneros como mano de obra esclava durante su actuación como Ministro de Armamento del Reich.

Según se presenta él mismo, y también otros historiadores, era un hombre honrado, trabajador, metódico, responsable y falto de ambición política que creyó firmemente en el sueño de una Europa unida bajo el mandato de una Alemania Imperial, y que vio en la protección que Hitler le dispensaba la oportunidad de cumplir su ilusión de ser un gran arquitecto conocido y respetado en el mundo entero y en los siglos venideros.

Nació en 1905, ocupando el lugar intermedio de los tres hermanos que fueron, y éstos nunca tuvieron buenas relaciones con él por su tendencia a relacionarse con gente que no pertenecía a su clase social y por su carácter apocado. Su familia era de la alta burguesía, por lo que creció rodeado de lujo y sin apuros económicos; no obstante, lo que sí le faltó fue afecto, pues en su familia no eran dados a las demostraciones de cariño.

Con 26 años de edad, sus alumnos le convencieron para que acudiera a una reunión del partido nazi, y quedó hipnotizado por el carisma de Hitler, afiliándose ese mismo año de 1931. Este dato me resulta curioso porque él, durante los años de cautiverio, se pregunta en numerosas ocasiones, al principio movido únicamente por su sentimiento de culpa, y según van transcurriendo los años por su creciente desprecio hacia Hitler, cómo pudo sucederle algo así con un personaje tan infame, vulgar, ordinario, contradictorio, caprichoso y desquiciado, de reacciones a veces incluso infantiles y por lo común desmesuradas.

Dos años más tarde Goebbels le encargó un proyecto que ejecutó magníficamente y en un tiempo récord, por lo que éste, impresionado, le recomendó al führer. Hitler le apadrinó dándole multitud de ocasiones de crear y se estableció entre ellos una relación personal, desigual al parecer ya que Speer no trataba a Hitler con la misma consideración con que éste le trataba a él. Fueron esta confianza y el afecto que le tenía el führer los que sin duda le salvaron la vida cuando se negó a ejecutar la orden de “tierra quemada” en la decadencia de la guerra, por lo que cualquier otro habría sido fusilado.

En 1934, tras la muerte de Troost, fue elegido para reemplazarle como arquitecto jefe del partido. En el 37 Hitler le nombró Inspector General de Construcción con el rango de Secretario de Estado. En 1941 fue, presuntamente, responsable de la deportación de miles de judíos alemanes para poder construir según sus planes; sin embargo, pese a que él aseguró siempre no ser consciente de este hecho, parece claro que, como alto mandatario del partido, algo debía saber.

Cuando el ministro de armamento y producción bélica, Fritz Todt, murió en un extraño accidente en 1942, Hitler le nombró su sucesor prometiéndole que al finalizar la guerra le restituiría en su labor arquitectónica. A partir de este momento la mano de obra esclava aumentó más que considerablemente. Este suministro de personas estaba a cargo de su enlace con las SS, Fritz Sauckel. Estos prisioneros, llamados trabajadores esenciales, trabajaban en sórdidas y míseras condiciones, muriendo por cientos cada día; el resto, inservibles para trabajos forzados, eran enviados a campos de exterminio. Este mismo año Speer colaboró en el abastecimiento de materiales para el desarrollo de la bomba atómica. Así mismo, también parece cierto que intentó revertir la orden de exterminio emitida por Himmler, en la que ordenaba que los trabajadores judíos fueran enviados a campos de exterminio y sustituidos por polacos.

En 1943 Hitler ideó un proyecto para un edificio subterráneo que se construiría en secreto, empleando presos como mano de obra, y que se destinaría a la producción de bombas. Cuando el proyecto comenzó Speer visitó las instalaciones y comprobó por sí mismo las inhumanas condiciones en que trabajaban los prisioneros. Reclamó una mejoría de su situación, lo que molestó a Himmler que informó a Hitler, quien le retiró su confianza. Al percatarse del distanciamiento de éste, cayó en una profunda depresión de la que fue atendido por el médico de Himmler, quien, supuestamente, intentó envenenarle. Este año renunció a su cargo, pero Hitler rechazó su renuncia y le restituyó su confianza.

Parece que Speer estaba al corriente de la conspiración para matar a Hitler en el 44, pero prefirió guardar silencio, aunque tampoco participó. En el 45 visitó el bunker de Hitler con la intención de despedirse. Cuando supo que éste se había suicidado se encontró de nuevo sumido en una gran depresión de la que salió al ser solicitada su presencia por Dönitz para formar el gabinete del nuevo gobierno alemán, que duró unos 20 días y no fue reconocido por los aliados. El 12 de mayo del 45 fue arrestado por la comisión formada por los países aliados.

El juicio duró diez meses, once personas fueron condenadas a morir en la horca (aunque uno se escapó de la sentencia suicidándose con veneno), y siete a cumplir prisión en Spandau: Raeder, Hess (personaje en exceso peculiar, que casi se podría tildar de loco, al menos según el relato de Speer, durante su cautiverio) y Funk –los tres condenados a cadena perpetua-, Schirach y el propio Speer –condenados a 20 años-, Neurath –condenado a 15 años-, y por último Dönitz –condenado a 10 años-. Speer fue uno de los pocos que se declararon culpables y demostró remordimiento –hecho que le valió el desprecio de sus compañeros de prisión-, aunque negó conocer nada sobre el Holocausto. La imposibilidad de demostrar que fue miembro de las SS y que conocía el genocidio le salvaron la vida en el proceso. Fue condenado a 20 años de prisión que cumplió en su totalidad.

El libro, que recoge sus vivencias, sentimientos, emociones, estados de ánimo, y pensamientos durante sus años de prisión en Spandau, en forma de diario, nos muestra un aspecto personal no sólo de él mismo, sino también de sus compañeros de cárcel y de sus guardianes.

El trato del país aliado del que más se queja a lo largo de sus páginas es el del mando ruso, por su rigidez para cumplir las normas y parquedad al darles de comer, si bien no lo hace de los guardianes rusos a los que muestra como personas de gran corazón en su mayoría. Del mando inglés nos cuenta que hacía gala de su famosa flema británica, mostrándose siempre comprensivos pero indiferentes. Del mando francés nos dice, sin embargo, más bien poco. De los americanos destaca los menús y la incultura de los guardianes.

Sus condiciones de vida en Spandau, según nos cuenta, no eran malas y fueron mejorando con el tiempo, teniendo cada vez más acceso a mejoras y servicios. Los castigos no eran duros y la vida no era difícil excepto por la lógica aversión del ser humano a saberse privado de libertad y la humillación que ello causa.

No se llevaba muy bien con ninguno de sus compañeros de prisión, y resalta el hecho de que ninguno de ellos mostrase remordimiento ni culpa. Según sus propias palabras (como ya adelanté en un párrafo anterior), éstos le acusaban de haberse mostrado humilde y arrepentido para conseguir indulgencia, en vez de haber permanecido fiel a sus ideales y su lealtad hacia Hitler y el régimen en el que todos creían.

Desde el principio, en que dice considerarse merecedor del castigo impuesto, e incluso que ha salido bien parado por no haber sido condenado a muerte, hasta el final, se observa un proceso de pensamiento que le va trasladando, poco a poco, a la consideración de que el castigo es excesivo y que la historia la escriben los vencedores.

Lo que más parece lamentar, aparte su merma de libertad y las carencias que le impone el cautiverio, es la pérdida de su familia, el no poder asistir al crecimiento y desarrollo de sus hijos, que éstos apenas le conozcan, el abandono y las habladurías a los que se vio sometida su mujer, y su ausencia en los grandes acontecimientos familiares. Las pequeñas cosas cotidianas a veces se le hacen un mundo y, en otras ocasiones, las más graves cuestiones parecen no afectarle.

A lo largo de los años pasa por períodos de ilusión y creatividad y por otros de desesperación e inactividad. Pero lo que le mantiene cuerdo es su gran fuerza de voluntad para seguir ejercitándose, y su determinación para inventar nuevas formas en que ocupar el mucho tiempo libre que tiene un preso.

Al leer este libro me han surgido muchas dudas. Por una parte me veía solidarizada con las carencias y sufrimientos de los presos preguntándome si en un caso así también puede ser aplicable la “ley de reinserción” o simplemente es aceptable el castigo; por otra recordaba los motivos que les llevaron a esa situación y me parecía que la condena y la forma de cumplirla eran indulgentes; y por otra intentaba llegar a concordar mi deseo de que fueran castigados, con la indulgencia que merece cualquier ser humano (el problema es que, por definición, no podemos creer que un ser humano sea capaz de semejantes atrocidades). Es decir, para todos aquellos que sólo conocemos lo que ocurrió por los libros de historia, con la distancia emocional que ello conlleva, tal vez sea suficiente la pena impuesta (10, 15 ó 20 años de privación de libertad son prácticamente una vida, y cadena perpetua lo es), pero ¿y para las víctimas o sus descendientes?, ¿para quién, en sus campos de exterminio, comía sobras putrefactas, qué podía significar que Speer se quejara de la comida que recibían durante “el mes ruso”?, ¿para quienes sufrieron humillaciones y vejaciones constantes al ser tratados peor que animales, qué significaría que Speer se quejara por ser “obligado” a levantarse para saludar a un mando ruso?

En resumidas cuentas, supongo que siempre quedará la duda de si Speer realmente desconocía estos hechos, si optó por mirar hacia otro lado y “lavarse las manos” aplicando la “ley de la ventaja” para sacar provecho propio aunque no fuera antisemita, o si engañó inteligentemente a los fiscales y jueces de Nüremberg y al mundo y en realidad conoció y participó en todo activamente. Pero, en cualquier caso, se saque la conclusión que se saque, es un libro que da qué pensar, y ya sólo por eso merece la pena.

Descargar "Memorias", de Speer en pdf

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