Marbenes

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Ésta soy yo, tenía un mal día...

El Cid (I) y (II), de José Luis Corral

Corral ha manejado –según afirma- más de 300 títulos para la elaboración de esta obra y yo, desconsiderada, me la he leído de un tirón, como si de una novela cualquiera se tratase. Pero es que yo desconocía que le había costado tanto esfuerzo parirla hasta el final del libro, cuando él lo explica en una nota de autor; si lo hubiera sabido le habría intentado dedicar más tiempo.

O no. Porque la verdad es que documentada y todo, y viniendo de quien viene, es una novela amena que no permite que la abandones o te entretengas más que cuando es necesariamente inevitable. Más que leérmela me la he bebido, parándome sólo para recrearme en aquellos momentos que quería poder rememorar con detalle más adelante.

Magnífico en su ambientación, soberbio en su forma de presentarlo y estupendo en su ejecución José Luis Corral, sin apartarse un ápice de la realidad histórica y sin concederse excesos literarios, nos transporta con agudeza a una época en que los mercenarios son hombres de honor –o los hombres de honor son mercenarios- que se ven obligados por nobleza y lugar de nacimiento (en este caso por ser “hombres de frontera”) a alquilar sus dotes guerreras y sus vidas a los grandes señores, doblegando a ellos sus destinos, para conseguir, en unos casos solamente sobrevivir –o morir- con dignidad, y en otros además hacienda y gloria.

Al principio del primer libro viene una genealogía de Alfonso VI y dos mapas en los que se puede apreciar la configuración política de la Península Ibérica en el año 1070 en uno, y los cambios acaecidos en ésta allá por el 1099 en el otro. No es que sean gran cosa estéticamente hablando, pero a mí me han servido de gran ayuda, sobre todo teniendo en cuenta que carezco por completo de sentido alguno de orientación espacial ni, para qué voy a engañaros, de ningún otro tipo de orientación.

Pese a que la relación de hechos y de nombres de cristianos y musulmanes es grande, está tan bien estructurado que es difícil perder el hilo incluso para alguien de natural torpe como soy yo con esto de la historia. Se podría decir que tras su lectura me siento más culta porque, al contrario de lo que me suele suceder, recuerdo lo esencial de lo que sucedió durante ese período, de las conquistas y reconquistas, de los ascensos y las caídas, de las alianzas y las traiciones, de los asedios y contra-asedios, de las batallas ganadas y las perdidas. Cargada de pequeños detalles, parece talmente que estemos presenciando en vivo y en directo los momentos de aquella época heroica y dura.

La narración permanece a cargo de Don Diego de Ubierna, infanzón como Don Rodrigo Díaz de Vivar pero, a diferencia de él, hijo segundón al que correspondía una vida monástica, alejada de pleitos y guerras. El hecho de que esté contado en primera persona por un tercero permite a Corral mantener una postura contenida y lúcida, justificar –o no- al protagonista (lo que no podría haber hecho de ser el propio Rodrigo quien nos lo contara), y evitar inmiscuirse en intimidades que, por lógica, un tercero sólo podría intuir mas nunca conocer de primera mano. Y, para paliar el efecto negativo que podría acarrearle al relato la imposibilidad para una persona de conocer todos los hechos presentes, don Diego nos lo cuenta desde un futuro ya lejano a los hechos; es decir, en pasado.

Es éste el único personaje inventado de la novela, siendo todos los demás quienes al parecer fueron, y estando dotados de aquellas características con que les ha adornado –o afeado- el recuerdo histórico. Así, he conocido a un Cid al que no se puede –ni se debe- juzgar desde la perspectiva actual: noble a fuerza de espada y sangre, y orgulloso de su estirpe y raza pero que, ansioso por llegar más allá, aspiraba a un título de nobleza superior; guerrero incansable, invencible, temerario y honesto siempre fiel a sus principios; esposo enamorado, respetuoso y sensible, que fue también un buen padre; hombre inteligente, lúcido, letrado, y buen estratega; cristiano castellano que, cansado de luchar para otros y habiendo conseguido que los hombres de sus mesnadas le siguieran ciegamente, decidió no pelear más para ningún señor que no fuera él mismo; noble infanzón que quiso ser igual a un rey y casi lo consiguió conquistando para sí el Reino de Valencia.

Ni que decir tiene que la novela me ha gustado mucho y me ha servido también de mucho, por lo que la recomiendo vivamente.

Colección: Últimos Éxitos de la Novela Histórica
© José Luis Corral, 2000
© Edhasa, 2000
© de esta edición
Editorial Planeta De-Agostini, S.A., 2000
ISBN obra completa: 84-395-8766-X
ISBN (I): 84-395-8767-8
Depósito legal: B-34.627-2000
ISBN (II): 84-395-8768-6
Depósito legal: B-34.628-2000
570 páginas

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