El asombroso viaje de Pomponio Flato, de Eduardo Mendoza

Es una novela de estilo epistolar pequeña, y sin embargo muy grande en contenido y forma, como todo lo que he leído de este autor. Su sentido del humor, un poco descabellado e irreverente, a veces me descoloca y no siempre me llega; hay novelas suyas que no me han llenado del todo; y, sin embargo, nunca he sentido la necesidad de dejar de leer alguna de sus obras.

Pomponio escribe a un amigo contándole sus peripecias en la búsqueda de unas aguas minerales que tienen unos poderes naturales muy buenos para la salud. Pero, en su caso, como actúa desde el desconocimiento y prueba todas las que se encuentra, no le están resultando precisamente sanas, y le traen por la calle de la amargura haciéndole sufrir una descomposición supina.

En una recalada de su viaje en que se encuentra en un pueblo palestino sin dinero, pendiente de la buena voluntad de un compatriota para regresar a Roma, un niño llamado Jesús le reclama para un trabajo remunerado. Debe investigar el asesinato de un judío de elevada posición del que acusan a su padre, el carpintero José, y por el que podría terminar en la cruz. Durante la investigación conocerá a María, la madre de Jesús, a su primo Juan, y otros muchos personajes que nos recordarán vagamente a alguien. Y, por supuesto, también a otros que no nos sonarán de nada, variopintos y bien perfilados.

Hay quien trata de ver una sátira religiosa en este libro, y tal vez sea así, no lo sé porque no he entrevistado a Mendoza; no obstante, y pese a que es cierto que se vale de ciertas coincidencias para ironizar con respecto a “otros dioses”, yo me inclino a pensar que es simplemente una novela destinada al divertimento sin más pretensiones que la de entretener y hacer pasar un buen rato.

Es, cómo no, un libro de humor, pero también una historia de misterio e intriga en la que poco a poco el protagonista va atando cabos para descubrir al culpable de asesinato y demostrar la inocencia de José, que mantiene el interés hasta el final. No es desdeñable el gran conocimiento del autor sobre la época en que está ambientado el relato, que se deja notar a lo largo de la lectura.

Se lee en apenas un rato y es muy divertido. El autor aprovecha el estilo epistolar para narrar en pasado y primera persona, de forma que conocemos de primera mano los pensamientos más íntimos de Pomponio, lo que unido a su problemilla estomacal da lugar a situaciones realmente jocosas.

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